La seca de la encina afecta ya a más de 75.000 hectáreas de dehesa en Extremadura. En Andalucía, la situación es aún más grave.

En este artículo de El Español se analiza una enfermedad que está amenazando seriamente a este ecosistema único.

 

José Andrés Gómez / El Español
Miles de alcornoques y encinas mueren cada año afectados por una enfermedad que sólo en Extremadura tiene más de 5.000 focos detectados. A día de hoy no existe remedio para este mal que amenaza con acabar con el principal sustento del cerdo ibérico, la bellota.

La dehesa es una piara de cerdos atiborrándose de bellotas debajo de una encina o un alcornoque. Al menos, esa es la imagen icónica que pervive en el imaginario colectivo y que define este singular ecosistema. El cerdo ibérico, una raza única que se cría en libertad en este hábitat propio de la Península Ibérica, es un auténtico tesoro del que extraemos uno de nuestros manjares más preciados: el jamón ibérico de bellota. Pero la dehesa se muere lentamente. Este museo natural lleva casi tres décadas sufriendo un mal, la seca de la encina, que acaba aniquilando estos árboles centenarios y que amenaza con llevarse por delante uno de los productos estrella de la gastronomía mundial.

La seca es un enfermedad que, según cifras del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (Cicytex), afecta ya a más de 75.000 hectáreas de dehesa en Extremadura (un 5% del total). En Andalucía, la situación es más grave si cabe. Huelva, una provincia que cuenta con alrededor de 4.500 explotaciones ganaderas, ha perdido sólo en 10 años más de 10.000 hectáreas de encinas de sus dehesas a causa de esta enfermedad y, según cifras de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), en este periodo de tiempo se han cortado más de 457.000 pies de encinas y alcornoques. Lo peor es que su avance ha sido lento pero imparable. A día de hoy no existe antídoto que frene la seca y los científicos hablan con desesperación del «cáncer de la dehesa».

«La seca es una enfermedad causada por distintos factores. Uno de ellos es la acción de un patógeno, la fitóftora (Phytophthora cinnamomi), que entra por las raíces que se encuentran en el subsuelo, las pudre e impide que sean capaces de absorber el agua y los nutrientes. Los árboles acaban secándose de forma irremediable», explica Alejandro Solla, uno de los investigadores de la Universidad de Extremadura que estudia desde hace años el problema. Pero el drama no acaba con la pérdida del árbol. La tierra en la que ha habido un foco de seca queda baldía e inutilizable para siempre. La replantación resulta inútil.

José Joaquín Suárez ha dedicado toda su vida al cuidado de este ecosistema cincelado por la mano del hombre. Junto con su hermano gestiona la Dehesa Las Lanchas, un espacio ecológico de 1.000 hectáreas de extensión en plena Sierra de Aracena (Huelva) que heredaron de su familia. Allí crían alrededor de 750 cerdos ibéricos que dan un jamón 100% de bellota de primera calidad. Cada año, se ven obligados a invertir por su cuenta y riesgo entre 50.000 y 60.000 euros para intentar combatir una enfermedad que podría acabar con todo lo que tienen. «Hay gente mayor, ganaderos de otras fincas, que hablas con ellos y directamente se echan a llorar. Han vivido aquello como un vergel y ahora tienen un desierto. ‘¿Y ahora qué hago?’, te preguntan. Y se te echan a llorar de la pena que sienten», relata este onubense. «¡Y es que no hay solución! No hay solución».

 

Ver artículo completo: El Español 

Share This