El duro trabajo de los descorchadores, que con la precisión de un cirujano cortan a golpe de hacha la capa externa del alcornoque, sin dañar el tronco, continúa siendo uno de los pocos oficios agrícolas que se mantienen como hace siglos, mostrando en los campos una imagen de otra época. Completan la cuadrilla, capataces, recogedores y arrieros en una estampa perdida en el tiempo.

La campaña de la saca del corcho desarrollada este verano en los alcornocales andaluces, emplea a un gremio muy especializado de trabajadores, que extraen la corteza del árbol a la antigua usanza, con herramientas tradicionales, alejados de la mecanización y las nuevas tecnologías, además de contar con la ayuda de animales de carga para transportar el producto desde los montes hasta los cargaderos o patios.

Este año toca la pela, según el capataz higuereño Carlos Muñoz, en una finca de Alájar, donde los sacadores se reúnen desde las seis y media de la mañana, para afrontar una dura jornada de trabajo. La cuadrilla de hachas, que proceden de Aracena, Higuera, La Umbría y Zufre, realiza con destreza el oficio que han aprendido de sus mayores, mientras que el arriero, de Cañaveral de León, lleva el corcho con su reata de mulos desde la escarpada sierra hasta el patio, donde lo pesa con la romana.

Se trata de un gremio agrícola que se resiste a desaparecer y que resulta imprescindible para un sector que en Andalucía genera más de la mitad de todo el corcho que se produce cada año en España. Sólo en 2016, la producción regional de este material natural se saldó con unas 36.000 toneladas de las que casi 15.000 salieron de los bosques de Cádiz, donde se concentra el 30% de las 320.000 hectáreas de alcornocal andaluz, según Medio Ambiente. En la provincia de Huelva, según las mismas fuentes, se registró durante la misma campaña una producción de 8.921 toneladas de corcho, en una superficie de 92.795 hectáreas, lo que supone la cuarta parte de la producción regional, el 24,8%.

Según los productores e industriales del sector, una multinacional portuguesa aprovechó la desaparición de las empresas transformadoras de la región para hacerse con el 65% del mercado, concentración que provoca un escaso margen de maniobra a la hora de negociar el precio. A esta circunstancia se une el problema del cambio climático, que en periodos de escasez de lluvias, y con el incremento de plagas, redunda en una merma en la calidad del corcho y una pérdida de alcornocales.

El Plan estratégico del alcornocal y el corcho 2017 de la Junta de Andalucía, aún en fase de borrador, además de fomentar la regeneración del alcornocal para garantizar la calidad de la materia prima propone, en este sentido, mejorar la transformación del producto, contribuyendo a la existencia de un tejido empresarial avanzado. La iniciativa plantea que por lo menos el cocido de las placas brutas de corcho se realice mayoritariamente en Andalucía. Y también otros procesos industriales básicos, como la molienda, sin dejar de lado la transformación.

Este año ha comenzado a funcionar en Almadén de la Plata (Sevilla) la primera escuela de descorche de Andalucía, entre las medidas de mejora del aprovechamiento del corcho del Plan de Gestión Integral de Sierra Morena. Se trata de garantizar el futuro del oficio de corchero, muy arraigado en la región, y que se siente amenazado por la crisis del sector, aunque por el momento se resiste a desaparecer en Andalucía.

Fuente: HuelvaInformación

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