Un artista estadounidense crea desnudos utilizando tapones de corcho. Conrad Engelhardt, está afincado en Reino Unido, trabajó durante años como químico y ello le facilitó admirar el mundo del vino, por sus propiedades químicas y riqueza de colores, aromas y sabores.

 
20 minutos. Conchi Roque
Después de haber trabajado durante algunos años como químico, Conrad, originario de California pero afincado en el moderno barrio londinense de Shoreditch desde hace varios años, le dio un giro a su carrera para dedicarse al mundo del arte. Inspirado por el movimiento impresionista y en especial por George Seurat, empezó a crear sus propias obras mediante la técnica del Puntillismo, y usando para ello corchos de vino. Se unían así sus tres pasiones: la química, el arte y el vino.

Los corchos de vino eran el elemento perfecto para llevar a cabo sus obras, porque capturan a la perfección la esencia del vino y porque, al ser un material natural, reflejan también las imperfecciones propias de la naturaleza. Sus obras exigen paciencia -las piezas más grandes, compuestas por varios paneles, requieren más de un mes para estar terminadas-, además de una gran cantidad de corchos: entre 2.000 y 5.000 según las dimensiones de la obra. Esta gran necesidad de material le ha llevado a desarrollar un programa de reciclaje en el que cuenta con una red de unos 20 restaurantes en Londres que le suministran los tapones que se desechan en sus instalaciones. Algunas de sus obras pueden ser vistas después en estos mismos locales.

Todos los colores de sus cuadros son naturales. Es decir, aunque pueda parecer que se ha aplicado sobre los corchos algún tipo de tinta, en realidad los diferentes colores son fruto del contacto del vino con el corcho. Una paleta de colores limitada y definida que contribuye al carácter natural de sus obras, que reflejan en la mayoría de los casos desnudos femeninos más o menos explícitos.

Y es en persona donde mejor pueden apreciarse las imperfecciones e irregularidades de estas obras naturales. Vistos de cerca, sus cuadros proyectan imágenes sugestivas. Es a medida que el observador se aleja cuando esas imágenes aparecen claras e inconfundibles, adquiriendo toda la profundidad y textura que los corchos le aportan.

 
Fuente: 20 Minutos
 

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